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Emma Recchi

Hay mujeres que saben usar una bolsa, que no sólo es de diseñador, sino que lleva el nombre de una leyenda, como la Birkin Bag, nombrada por Jane Birkin, por la necesidad de un objeto que le permitiera cargar con todo. Otras, que saben peinarse, un moño francés o un buen cepillado y ¡voilà! Y no faltan aquellas chicas que, desde sus once años, los viernes por la tarde una señora las visita y les hace el manicure y pedicure en la cocina.

Pero existen las que saben hacer todo eso, y no por el papel que tienen que representar dentro de una película italiana, sino porque ellas nacieron para dirigir banquetes, no para cocinar; ellas fueron educadas para afirmar o negar con la mirada, y saber cómo hacer una entrada triunfal y no un fashion and be late; ellas se desmaquillan con Chanel.

Puede que no hayan heredado las perlas que la abuela compró en su último viaje a Mallorca, que usen el bisonte a escondidas de la sociedad porque ya no es políticamente correcto o que sueñen con entrar en el vestido de novia de sus madres, a pesar de las fatales hombreras y los nunca-más-vueltos-a-existir 58 centímetros de cintura, “Cuando tenía tu edad…”.

A veces, es el sonido de unos stilettos bien pisados; otras ocasiones, un perfume con un buen fijador, pero la mejor de todas es cuando sale un “Querida”, acompañado de una sonrisa.

Ellas son las mujeres de mi casa, de la calle y de la tele.

De vez en cuando… yo también soy una de ellas.