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Alba Miranda

La vida desde adentro

Es curioso como a partir de la pandemia varias marcas crearon el concepto de ropa para estar en casa e incluso llegué a revisar el tipo de tela, qué tan suavecita o fresca podría ser, ya que comenzamos a vivir más desde nuestros cuartos, salas, comedores, cocinas, clósets y baños, la vida desde adentro.

Reunirnos con amigas en nuestras casas se hizo una actividad más íntima, donde no había horarios, días y menos la ropa “para salir”, simplemente íbamos a casa de una amiga a echar el chal a gusto, sin mayores pretensiones que a lo mucho una foto de elevador.

Y fue en sus lugares de diario donde encontré pequeños metros cuadrados para hablar, reír, comer con las manos, llorar, acariciar perros, decirles hola a los gatos y lo más importante: sentirme segura.

Estos espacios se reducen a una barra de una cocina, con el mejor café de Xalapa y unas galletas rosas esponjosas; a una mesa tan suave y perfecta que todo lo que se sirve para comer es un manjar; un sillón de dos perras territoriales que me comparten su más preciado espacio y la silla de jardín de mi balcón que invita a escuchar.

Sentirse segura, incluso dentro de nuestras casas, es una fortuna y si a eso le aumentamos que podemos contar con los dedos de una mano otros lugares, es un privilegio del cual todas deberíamos de gozar, tanto dentro como por fuera y más ahora que las jacarandas nos recuerdan que tenemos que salir y seguir la lucha. 

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Alba Miranda

Dolores

03:50 am Semana antepasada

Me despertó el dolor, lado derecho de mi cara, mis dientes, las muelas, la encía, la sensibilidad llegó a tocar mis ojos y llorar, de impotencia, de no saber qué funciona más rápido, si un ibuprofeno o un paracetamol (ahí es cuando extraño ser hija previa a independencia y poder gritar ¡mami! y que venga a mi rescate, quejándose por qué no grité papi).

02:47 pm Semana pasada

Incomodidad de adolescente, ganas de pelear con quien sea, la señora de la gasolina, mi hermana, incluso la pared de enfrente. Hay dolores que nunca se olvidan y se reconocen con la primera punzada. Hacía muchos años no se presentaba, sin embargo, regresó, espero que, por única vez, y que sea parte de los efectos secundarios de cuando se nos revienta la tacha de la astra.

02:57 am Esta semana

No quiero abrir los ojos, siento que el dolor será más fuerte con el filito de luz que entra por el micro espacio que hay entre la ventana y el blackout. Me cambio de posición para acomodar mi cabeza con mucha delicadeza sobre una de las almohadas más suaves y que apapachan en momentos de necesidad y atención. Error, es más fuerte. Recordé que el primer dolor de este año me dejó un souvenir con 10 pastillas con micro pastillitas, tomé dos. 

Por azares de mi sistema inmunológico reconozco los dolores y decidí no vivir con ellos, sino deshacerme, quitármelos no solo de encima, vomitarlos de ser necesario, porque de pronto siento nada y sonrío. 

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Alba Miranda

Lámpara de noche

Preparar la maleta en invierno para una carry on es un reto y más sin saber que las próximas semanas (indefinidas) serán pasados en lugares distintos. Afortunadamente tengo sangre nómada y hacer la maleta no es un suplicio, es pasar un buen rato, a veces horas, probando combinaciones hasta de los aretes, pensando qué sacar e incluso qué llevar en el bolso de mano y por qué no, en la bolsa de tela. ¿Qué llevo? Ropa, mucha ropa, algunos zapatos, accesorios, neceser con cosas del baño, algo de maquillaje, el iPad, a veces la laptop, muchos cables, medicinas, libros, la agenda, mi cuaderno y el diario.

Después de esas casi cuatro semanas lejos de mi balcón, aprendí que tengo dos momentos claves que definen mi día y mi noche: antes de prender el celular y cuando la alarma de “no molestar” aparece y sonrío maléficamente. Para que eso suceda de forma armónica necesito una lámpara de preferencia con luz cálida, que sea una buena compañera, que no me lastime los ojos cuando la recámara sigue guardando oscuridad y que la iluminación se pueda acomodar de acuerdo a mi postura y al tamaño del libro e incluso si es de pasta dura o blanda.

En cuanto me enteré que iba a pasar fuera de mi casa más de lo que pensaba, busqué una lámpara portátil, pero ahora con luz cálida, ya tenía una de luz blanca y jamás logré que me acompañara en la lectura, todo lo contrario: me incomodó. 

Después de una búsqueda sencilla, encontré una lámpara que llegó en una pequeña cajita y que tiene tres tipos de luces diferentes. Y así las semanas fueron más llevaderas y no hubo que renegar por salir de la cama y apagar la luz cuando el sueño me vencía. 

Si me vuelven a preguntar que tanto llevo cuando salgo de viaje lo primero que diré: mi lámpara de noche.