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Nofret

Brisa de pandemia

La brisa de las gotas de aquella fuente rociaba dulcemente su rostro y le recordaba a ella; le recordaba a ella mientras regaba los árboles de su amado jardín y se sentía uno de los colibríes que se acercaban a tomar un baño matutino.
Se quita el cubrebocas y toma un sorbo de su machiatto y vuelve a resonar en su memoria como un trueno aquella frase: “te estás convirtiendo en un personaje”.
-¿En quién te habías convertido? ¿Cómo pasaste de ser modesta y tímida a comportarte como un macho cabrón?- Eso se preguntaba ella mientras esperaba a una amiga a la que debía pedirle perdón por no saber domar su ira. ¿Era ella culpable de no saber cómo domarla?
Pide una Perrier y cierra los ojos para permitir que la brisa la acaricie. Puede verla claramente, ahí está ella orientándola y le recuerda que hasta hace poco no nos habían enseñado a encausar la ira. ¡Vaya, ni siquiera nos habían mostrado de qué manera debemos expresar nuestras emociones! Hasta hace bien poco todo ha sido represión. “No te enojes que no está bien que una ‘señorita’ grite”. “¿Cómo es posible que siendo tan inteligente no puedas controlar tu enojo?” ¡Cuántas
veces escuchó esas frases durante su larga adolescencia!
-Sí, te perdono, lo entiendo. Espero me perdones. También debemos
perdonarlos a ellos. Pero por favor te pido que me digas, ¿cómo me quito esta máscara?- Abre entonces los ojos y la silueta de su amiga se asoma en la esquina. ¿Acaso habrá olvidado a causa de la pandemia las reglas sociales? No hay respuesta, pero su corazón sabe que esta pandemia le arrebató la cordura.
No, no fue el virus quien se la llevó, se la llevó la pandemia… y no es lo mismo.