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Paulina Sabugal

Los adultos también lloran

A Mario, que está por llegar

Cuando era niña pensaba que los adultos no lloraban. Que en gran parte era eso lo que significaba ser “grande”: dejar de llorar. Ahora, heme aquí que lloro en medio de una clase de yoga para embarazadas. Tú, te mueves. ¿Me escuchas llorar? ¿Escucharás lo que pienso? Y pienso en todo lo que te quisiera decir y no te digo por miedo a que sea poco o mucho o simplemente innecesario. De pronto dejo de llorar para hacer un último saludo al sol. No se puede llorar y hacer yoga al mismo tiempo. Termina la clase. Afuera se asoma el sol. Se siente el perfume de la primavera suspendido en un aire aún invernal. La gente se prepara para el verano y para quitarse el cubre bocas como una mujer ansiosa por llegar a casa para quitarse el brassiere, los zapatos, las medias. Enciendo la radio. Hablan de guerra. Tú te mueves. Yo lloro. Poquito. Así como lloran los adultos para que los niños no los vean. Para que crean que no lloran. Que son fuertes. 

Este texto es para ti. Es un texto que no dice nada o más bien, que dice sólo una cosa: los adultos también lloran. Son menos valientes que los niños e intentan llorar a escondidas porque se avergüenzan. A veces hay motivos para llora y a veces no. A veces se llora y basta. Como ahora que lloro por dos años de pandemia, por una guerra en donde niños de dos años no pueden celebrar su cumpleaños por culpa de una bomba, o porque tengo hambre y no encuentro las galletas que eché en mi bolsa. Así de absurdo es este mundo de los adultos anti lágrimas.

Tú, mientras tanto, te mueves. Navegas. Te deslizas. Me mandas mensajes en clave morse que no logro descifrar porque no sé clave morse. Te imagino en un barco. Imagino que surfeas sobre olas gigantes que se forman dentro de mí y que me provocan dolores inimaginables. Lloro. Esta vez un poquito más fuerte dado que nadie me ve. Sólo tú me escuchas. Te hablo. Te hablo de virus y de países que no se ponen de acuerdo. Te digo que esperes un poco más a llegar a este mundo complicado y difícil pero que al mismo tiempo tiene el sol, las flores rojas y los gatos. Que te voy a llevar al mar a navegar más allá de mi útero. Que eres bienvenido. Y que podemos llorar juntos, si quieres, aunque seamos grandes los dos. Aún cuando seamos adultos y la gente nos mire.