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Alba

Gatitos

Recuerdo la primera vez que tuve un gato sobre mi regazo, fue Charlotte, cuyas finas y delgadas garritas cruzaban por primera vez mis jeans. Me quedé fría, estática, y sin saber a ciencia cierta qué hacer. Y desde entonces, ella manda, yo solo rindo pleitesía y la saludo como la Majestad que es.

En una ocasión me dejaron sola con dos gatitos, entre ellos Charly, y ahora, el animal enjaulado fui yo, me sentí más observada que al salir en vestido cerca de muchos hombres. Me quedé callada, por suerte estaba en una silla alta, pero eso no limitaba que volaran y se sentaran. No pasó, pero lo pensé. Tampoco me quise parar, por no molestar la relativa tranquilidad del momento.

Cada vez que llego al reinado de Su Majestad, la saludo primero a ella, la busco, para que sepa que estoy a sus órdenes. Más que miedo es respeto. Ella realiza su entrada triunfal, claramente no me ve, no soy de su interés, pero me hace saber que ella está ahí. Pasea cerca de mí y de pronto toma posesión de su reina madre, señal que ella es la que importa. Jamás pelearía su amor por ella. El nuestro es diferente, es de hermanas de vidas pasadas.

Sentada sobre el regazo de la reina madre, me mira con desaprobación porque le quito tiempo con ella, pero con los años me acepta, mas no me quiere como el más pequeño: Bebeto, quien ha comenzado por olerme hasta los dedos de los pies y seguro pensó: ella me gusta. Es más, ya le dijeron que soy su madrina, y él aceptó, al mismo tiempo que yo me tomaba otra loratadina.