Tengo muchas pulseras, las cuales tienen vida propia, porque de pronto deciden romperse y despedirse de mi delgada muñeca derecha, casi no uso de lado izquierdo, con excepción que me vista de largo y dejo el reloj para extender la noche de baile entaconada.
Esta semana se rompió una blanca que me regaló mi tía Tere, hace unos meses la morada que me hizo mi tía María y hace un mes, mi taza favorita, estaba ella muy tranquila secándose, cuando de pronto se cayó y se rompió.
Era una taza alta, esbelta, blanca, con una llama con gafas y un mantra para comenzar las mañanas con café:
NO DRAMA
LLAMA
Y de la nada decidió que su tiempo conmigo había terminado, lo mismo que la taza morada con blanco de NYU, la roja preciosa de la IBERO y ahora la de la llama, que decidió irse a tomar el sol a otro lugar.
He llegado a romper puertas de cristal (indirectamente) y de alacenas (aún no sé cómo pasó), una cantidad de vasos y platos que no llevo la cuenta, por eso mi vajilla es la del súper más cercano.
Antes pensaba que yo era la torpe, pero no, son las cosas que de tanta energía que una deposita, dicen hasta aquí y se dejan ir, se rompen.
Y así aprendo que nada dura para siempre y que todo va y viene, como la taza de llama que en un momento de necesidad de shopping de cosas que no necesito, compraré.