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Constanza

Invierno

Se acerca el invierno y con ello se desacomodan mis cabellos, voy caminando por las calles y por debajo de mis pies se oye el crujir de las hojas caídas.

El sol quema y en la sombra hace demasiado frío.

Las casas se hacen más húmedas incluso a las que les pega el sol directo.

Se encienden los calentadores, se abren las bolsas de los abrigos, se cocinan más sopas calientes.

En los puestos de revistas aparecieron los calendarios del siguiente año desde hace un par de meses, pero yo los acabo de ver. Mi cumpleaños es lo primero que se celebra después del año nuevo. Por años, el invierno, lo que para la naturaleza es resguardarse, para mí es florecer. He pasado cumpleaños con la neblina hasta abajo, pero con los ánimos hasta arriba. Este invierno será algo solitario, pero enteramente feliz.

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Alba

El ritual de los domingos

Los domingos por las noches, antes de prender la serie de moda de HBO, me arremango las mangas y comienzo una charla con los seres vivos que se han animado a ser parte de mis días.

En el pasado, recuerdo haber tenido unas violetas y un bambú. Ahora, la nueva violeta se fue a recuperación a casa de mi mamá y el bambú vive en una historia de cuando me vine a México, una tía se lo quedó.

No la pienso mucho, porque si no me entretengo con nimiedades del celular, así que mejor comienzo por las más recientes, la de Alan que vaya que es una diva, la de John que es una coqueta, sigo por la de Constanza, altanera como… a veces puede ser su lado italiano.

Paso por mí guerrera, la única que tiene nombre: Kylie Kardashian. Mi hermana la bautizó, yo solo le digo que gracias a Kylie, mi mamá y mi papá (ambos ingenieros agrónomos) volvieron a tener fe en mi cuidado de plantas, después de varios intentos de resurrección de un bonsái y quién sabe qué otros seres que se dieron por vencidos.

Luego siguen las reinas del hogar: las orquídeas, las cuales llegaron en momentos de cambios: de mi cuerpo y de mi casa, una es morada y la otra es amarilla y son las mejores modelos cuando quiero descansar la vista y admirar mi paisaje personal a lo Georgia O’Keeffe.

Ya casi terminando paso por las que no se fueron a Canadá: un niño con la cabeza verde y unos libros con mucho aire en medio, y dejo al final las grandotas que me regaló mi tía Ana que le canta o regaña a sus plantas. Yo aún no llego a esos niveles de relación, por el momento, me limito a decirles que gracias por vivir conmigo, por darme ese verde que tanta falta nos hace y que ojalá les siga gustando mi compañía.

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Constanza

Terapia

Como buena millennial voy a terapia. He pasado por consultorios que inundo desde la superficie más tangible con mi físico y luego mi voz.

Un saludo normal el “Hola buenas tardes” incomoda y provoca con la frase que le sigue de inmediato “¿Cómo estás?”

Una respuesta en el consultorio que deseamos se reprima de manera natural se responde sola. Con mini gestos, con el pasar de saliva y las primeras emociones complicadas, esas con las que uno convive en silencio y antes de dormir.

Como si no importara respondemos “Bien” y entonces comienza el juego. Un ir y venir de un par de palabras, no importa si bien hiladas o sueltas, dan para estarse ahí unos buenos minutos. Si nos va bien, las emociones surgen como una charla amena, se les da la vuelta con anécdotas, chistes o situaciones que desearíamos se presentaran en nuestra vida.

Cuando no, cuando las cosas se ponen difíciles dudamos de si en verdad deberíamos de decir lo que tenemos rondando en la mente por las noches, algo tan fácil como enunciarlo, pero tremendamente complicado de admitir.

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Alba

El aire de otoño

Lorelai Gilmore me enseñó tanto de la cultura pop y particularmente a estar muy atenta a cuando llega, al menos en nuestras coordenadas: el otoño. 

Hay un capítulo que despierta a su pareja, para salir en medio de la noche a esperar esos minutos previos de cuando llega la primera nevada, porque –según ella– huele los copos de nieve que están por caer. 

Tengo ya un par de años que estoy atenta al viento, al aire, a ese frío que es distinto al fresco, porque es cierto, hay un instante que llega y me estremezco. A la señal de cambiar los rompevientos y los abrigos ligeros, por los gruesos y sacar los suéteres de poco a poco. 

También es el momento de abastecerse de té, de sacar las colchitas para leer entre la cama y los sillones, de despedirse del pan de muerto y esperar con ansias la Rosca de Reyes (de preferencia sin frutitas). Pero más que nada es el aviso que ya pronto será Navidad y en unas semanas estaremos corriendo, así que disfrutemos del primer surazo, como dicen en mi paraíso tropical.