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Constanza

Terapia

Como buena millennial voy a terapia. He pasado por consultorios que inundo desde la superficie más tangible con mi físico y luego mi voz.

Un saludo normal el “Hola buenas tardes” incomoda y provoca con la frase que le sigue de inmediato “¿Cómo estás?”

Una respuesta en el consultorio que deseamos se reprima de manera natural se responde sola. Con mini gestos, con el pasar de saliva y las primeras emociones complicadas, esas con las que uno convive en silencio y antes de dormir.

Como si no importara respondemos “Bien” y entonces comienza el juego. Un ir y venir de un par de palabras, no importa si bien hiladas o sueltas, dan para estarse ahí unos buenos minutos. Si nos va bien, las emociones surgen como una charla amena, se les da la vuelta con anécdotas, chistes o situaciones que desearíamos se presentaran en nuestra vida.

Cuando no, cuando las cosas se ponen difíciles dudamos de si en verdad deberíamos de decir lo que tenemos rondando en la mente por las noches, algo tan fácil como enunciarlo, pero tremendamente complicado de admitir.

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Alba

Mérida, octubre, 2021

No deberíamos darnos cuenta que necesitamos vacaciones cuando estamos enfrascadas en una charla sin fin a las 12 del día mientras disfruto una pitahaya o cuando decidimos meternos a la alberca un miércoles a las 11 de la mañana.

Crecí en el trópico, por lo que el calor me trae recuerdos de casa, de agua de limón a la hora de la comida, cambiarse el uniforme y vestir algo más fresco y a mi gusto, leer el periódico mientras mis papás hacían siesta y mis hermanas, creo que también.

Adriana me dijo que fuéramos al club a comer y qué encanto estar con alguien como ella, realizada, sin rencores y feliz, con una infinidad de temas para platicar, tantos, que una tiene que volver al tema del desayuno porque de estar en mi paraíso tropical en Bolivia, regresamos a México, haciendo una breve parada de historias en Nueva York, y de las lecturas que ocupaban mis momentos más que libres: un libro de crónicas y otro sobre las maternidades (¡soy tía!).

Mérida es una ciudad para irse sin señal en el celular, olvidarse de los lugares turísticos, dejarse llevar por la lluvia o la sombra del día, es un lugar para ir tomar el fresco y darse cuenta que tenemos que parar, sentir como esas gotitas incómodas de sudor bajan… y respirar.