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Vientos con olor a leña

El mes de septiembre enmarca la llegada del otoño, el preludio de días más frescos. Sin embargo, hace algunos años que aquí ya no se siente así. Algunas semanas atrás anunciaba un noticiero la entrada del primer frente frío del otoño – no en esta frontera del norte- «aquí sigue haciendo un chingo de calor» -le dije a mi hijo Poncio- el cual me miró, se sonrió como diciendo “ok papá” y siguió comiéndose un boli…

Desde que era un niño siempre hay algo con la llegada del frío que me provoca una sensación de nostalgia anónima dentro de mis pensamientos y que hasta el día de hoy, sólo sé que reside en lo más profundo de mi corteza cerebral.

Para mí el otoño es la mejor época del año, al menos en esta ciudad donde el clima es tan extremoso y principalmente porque enmarca el preludio a temperaturas más afables y da un breve respiro al sofocante calor del verano al menos por un muy corto tiempo, justo antes del frio intenso.

También es un tiempo donde se puede “medio caminar la ciudad” -salvo esos días donde hace mucho aire-, también la luz dorada es la mejor para tomar fotos porque se filtra perpendicular entre árboles y crea formas interesantes. Los espacios se llenan de hojas de colores ocres, las cuales es divertido pisar y escuchar el crujido… -patear montículos acumulados siempre debe ser parte del juego-pero lo que más me gusta el otoño, es encontrar en ese olor característico a leña, la llegada del frío y los pensamientos abstractos que me conectan con mis memorias y mis reflexiones.

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Convergencias Geométricas

La necesidad o necesidades de algo exterior. Te paras frente a un edificio…siempre está presente… surge a cada instante la idea de estabilidad en cada punto, en cada línea, un pensamiento perpetuo que se erige en un estado mental contemplativo, del cual podemos alejarnos y volver y encontrar mucho más de lo mismo, más que antes.

“Los edificios” o “El edificio” resuena en nuestra mente como un algo, una cosa muy diferente del edificio, una oda a la distopía, que no encuentra sustento en sus cimientos. Los caminas, los admiras, lo imaginas y lo prosigues…observas puntos creadores de líneas que se entrecruzan y crean las trayectorias de diversas formas y colores que conforman el panorama urbano de esta gran ciudad, algunos son imponentes a la vista, enormes estructuras que albergan cientos de historias, algunas recientes, otras tantas sobrevivientes de una realidad que no es la actual.

Los edificios son capaces de provocar pensamientos, ciertos efectos, por una parte los que recogemos a partir de la contemplación, sus ángulos, sus luces y sus sombras y por otra, lo que desde nuestro interior se diluye y se mezcla a partir de nuestras experiencia y provocan imágenes que saltan desde la memoria. La serie pues, es un punto de vista muy particular del imaginario que rodea a estos monumentos de la modernidad y las posibilidades de representación.

La serie en si, trata de evocar las marcas visibles de la búsqueda utópica que la modernidad deja en las ciudades. Los edificios son monumentos de distintas realidades que de manera imbricada construyen evidencia de la historia moderna pero no sólo eso, tal como Deleuze lo definiera “un edificio es una máquina”, una máquina de ideas y sus posibilidades.

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JRZ Frontera Paraíso

Estas son las calles que camino, donde mi corazón y mis pies han echado raíces… si bien no nací aquí, este es el lugar que me ha visto crecer desde que era un niño, de alguna forma soy parte de la migración que ha caracterizado a esta peculiar frontera –tan lejos de dios y tan cerca de E.U.-  así es como este lugar se convirtió en parte de mi historia de vida.

Hace unos años cuando me encontraba en la Ciudad de México, durante una conversación, alguien me preguntó “qué tan al norte estaba mi casa” y viendo un mapa señale “ahí, como a ochocientos metros del Río Bravo, literal”- contesté.

Pensar en ello, me hace rememorar mucho sobre este lugar, me hace reflexionar mucho sobre mí… porque tal como escribí hace un tiempo, “mi mayor inspiración al salir y tomar fotos  reside en la cotidianidad de mi entorno cercano, en mi infancia chilanga/fronteriza como referente principal”; caminar y observar la ciudad ha sido para mi la mejor forma de conocer sus entrañas, su historia, -y no la que aparece en los libros de texto- sino la cotidiana, la que se escribe día con día…

Muchas ciudades de México son como “Jekyll y Hyde” y esta frontera no es la excepción, un lugar que ha vivido momentos de abundancia y por contraparte visto crecer la decadencia, no podría ser otra cosa que una dicotomía… una corteza áspera y gris, pero con un corazón palpitante y vivo.

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Regreso al desierto

Cuando era un niño -desde los 8 años- tuve la fortuna de pasar muchas horas del verano jugando “al aire libre” a pesar de vivir siempe en medio de la cotidianidad citadina; algunos de los recuerdos más vívidos de mi infancia, resaltan aquellos días junto con mi hermano cuando solíamos pasar varias horas recorriendo las grandes acequias que rodeaban los campos algodoneros cerca de casa, en la parte posterior de la zona de Pradera Dorada, casi siempre acompañados de nuestra perrita husky -La Luba- y de una boxer que nos encargaron llamada -La Chata… De aquellas divertidas caminatas, lo mejor era pasar a través de muchas charcas de lodo, diferentes sembradios, un extenso lugar lleno de montañas de piedra pómez y la llamada “Laguna”, un lugar escondido -como lunar- en medio de un campo de cultivo, lleno del agua de riego, rodeado de árboles y donde había una incontable cantidad de sapos e insectos donde jugabamos con palos a las espadas y lanzabamos piedras a los charcos…el inminente “regreso” nunca era menos de aventurado que la “ida”, disfrutabamos ver a las perritas intentar alcanzar liebres que vivian en los campos aun sin cultivar mientras que a paso veloz continuabamos por el camino, nerviosos por el latente regaño de mamá, la mayoría de las veces por regresar tarde, llenos de lodo, con la ropa mojada y con las perras irreconocibles de sucias -una era toda blanca- … de aquella última vez habrán pasado al menos unos 30 años…

Hace algunos meses mi hermano y yo coincidimos en casa después de que ambos regresáramos a la ciudad tras vivir fuera por varios años…el reencuentro mereció hacer un pequeño “roadtrip” que yo ya tenia planeado para tomar unas fotografías a un desierto cercano, durante el trayecto bromeamos y recordamos viejas conversaciones, me hizo rememorar aquellas vivencias que atesoro con tanto afecto y la felicidad de tener una vida llena de estos momentos junto a mi hermano.