Sacar ropa que ya no uso, hacer el cambio de closet, que comienzo despidiéndome de algunos vestidos y dándole la bienvenida a mis abrigos, que son vestidos solo que con botones delanteros y más calientes.
Bajo las botas, esas que compré en el 2019 y que no han salido a pasear los suficiente, pero vaya que han sido presumidas, color beige, vaqueras, un sueño para mi Albita de 10 años.
Desde hace un par de meses tengo unos lentes rojos, para verme mejor, para reconocer cómo me siento y qué quiero, y me siento de maravilla.
No nos damos cuenta, pero ese crujir de hojas mientras caminamos o cuando nos acurrucamos más en la cama, porque hace un poco de frío, son pequeños hechizos que nos ayudan a dejar ir lo que ya no debe ser, ni estar.
Pero no es hasta que aparece el mensaje de la cita del corte de cabello, esa cita que venía haciendo desde hace meses de forma mental y la dejaba en un “luego le escribo a Eri”.
Por eso los árboles se quedan sin hojas, hasta ellos nos enseñan que hay soltar para renovarse.