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Alba Miranda

De nuevo

Sacar ropa que ya no uso, hacer el cambio de closet, que comienzo despidiéndome de algunos vestidos y dándole la bienvenida a mis abrigos, que son vestidos solo que con botones delanteros y más calientes.

Bajo las botas, esas que compré en el 2019 y que no han salido a pasear los suficiente, pero vaya que han sido presumidas, color beige, vaqueras, un sueño para mi Albita de 10 años.

Desde hace un par de meses tengo unos lentes rojos, para verme mejor, para reconocer cómo me siento y qué quiero, y me siento de maravilla.

No nos damos cuenta, pero ese crujir de hojas mientras caminamos o cuando nos acurrucamos más en la cama, porque hace un poco de frío, son pequeños hechizos que nos ayudan a dejar ir lo que ya no debe ser, ni estar.

Pero no es hasta que aparece el mensaje de la cita del corte de cabello, esa cita que venía haciendo desde hace meses de forma mental y la dejaba en un “luego le escribo a Eri”.

Por eso los árboles se quedan sin hojas, hasta ellos nos enseñan que hay soltar para renovarse.

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Germán

Vientos con olor a leña

El mes de septiembre enmarca la llegada del otoño, el preludio de días más frescos. Sin embargo, hace algunos años que aquí ya no se siente así. Algunas semanas atrás anunciaba un noticiero la entrada del primer frente frío del otoño – no en esta frontera del norte- «aquí sigue haciendo un chingo de calor» -le dije a mi hijo Poncio- el cual me miró, se sonrió como diciendo “ok papá” y siguió comiéndose un boli…

Desde que era un niño siempre hay algo con la llegada del frío que me provoca una sensación de nostalgia anónima dentro de mis pensamientos y que hasta el día de hoy, sólo sé que reside en lo más profundo de mi corteza cerebral.

Para mí el otoño es la mejor época del año, al menos en esta ciudad donde el clima es tan extremoso y principalmente porque enmarca el preludio a temperaturas más afables y da un breve respiro al sofocante calor del verano al menos por un muy corto tiempo, justo antes del frio intenso.

También es un tiempo donde se puede “medio caminar la ciudad” -salvo esos días donde hace mucho aire-, también la luz dorada es la mejor para tomar fotos porque se filtra perpendicular entre árboles y crea formas interesantes. Los espacios se llenan de hojas de colores ocres, las cuales es divertido pisar y escuchar el crujido… -patear montículos acumulados siempre debe ser parte del juego-pero lo que más me gusta el otoño, es encontrar en ese olor característico a leña, la llegada del frío y los pensamientos abstractos que me conectan con mis memorias y mis reflexiones.

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Constanza

Invierno

Se acerca el invierno y con ello se desacomodan mis cabellos, voy caminando por las calles y por debajo de mis pies se oye el crujir de las hojas caídas.

El sol quema y en la sombra hace demasiado frío.

Las casas se hacen más húmedas incluso a las que les pega el sol directo.

Se encienden los calentadores, se abren las bolsas de los abrigos, se cocinan más sopas calientes.

En los puestos de revistas aparecieron los calendarios del siguiente año desde hace un par de meses, pero yo los acabo de ver. Mi cumpleaños es lo primero que se celebra después del año nuevo. Por años, el invierno, lo que para la naturaleza es resguardarse, para mí es florecer. He pasado cumpleaños con la neblina hasta abajo, pero con los ánimos hasta arriba. Este invierno será algo solitario, pero enteramente feliz.

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Constanza

Terapia

Como buena millennial voy a terapia. He pasado por consultorios que inundo desde la superficie más tangible con mi físico y luego mi voz.

Un saludo normal el “Hola buenas tardes” incomoda y provoca con la frase que le sigue de inmediato “¿Cómo estás?”

Una respuesta en el consultorio que deseamos se reprima de manera natural se responde sola. Con mini gestos, con el pasar de saliva y las primeras emociones complicadas, esas con las que uno convive en silencio y antes de dormir.

Como si no importara respondemos “Bien” y entonces comienza el juego. Un ir y venir de un par de palabras, no importa si bien hiladas o sueltas, dan para estarse ahí unos buenos minutos. Si nos va bien, las emociones surgen como una charla amena, se les da la vuelta con anécdotas, chistes o situaciones que desearíamos se presentaran en nuestra vida.

Cuando no, cuando las cosas se ponen difíciles dudamos de si en verdad deberíamos de decir lo que tenemos rondando en la mente por las noches, algo tan fácil como enunciarlo, pero tremendamente complicado de admitir.

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Alba

El aire de otoño

Lorelai Gilmore me enseñó tanto de la cultura pop y particularmente a estar muy atenta a cuando llega, al menos en nuestras coordenadas: el otoño. 

Hay un capítulo que despierta a su pareja, para salir en medio de la noche a esperar esos minutos previos de cuando llega la primera nevada, porque –según ella– huele los copos de nieve que están por caer. 

Tengo ya un par de años que estoy atenta al viento, al aire, a ese frío que es distinto al fresco, porque es cierto, hay un instante que llega y me estremezco. A la señal de cambiar los rompevientos y los abrigos ligeros, por los gruesos y sacar los suéteres de poco a poco. 

También es el momento de abastecerse de té, de sacar las colchitas para leer entre la cama y los sillones, de despedirse del pan de muerto y esperar con ansias la Rosca de Reyes (de preferencia sin frutitas). Pero más que nada es el aviso que ya pronto será Navidad y en unas semanas estaremos corriendo, así que disfrutemos del primer surazo, como dicen en mi paraíso tropical.