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Alba Miranda

Cuando el rosado se apodera

El vino rosé o rosado siempre viene con su hada madrina, en mi caso fue Romy en un viaje de esos relámpago, de quién cae a Acapulco y los puntos de avión hacen su magia; y desde entonces esa botella jamás falta en mi refrigerador, porque una nunca sabe cuándo será una noche de un gallito, como dice Reyna.

En el supermercado hay una sección de estos vinos, y en la temporada primavera/verano, se amplía y para nuestra sorpresa, es seguro que su tienda de la esquina más próxima ya tenga uno que hasta Barbie envidiaría.

Las noches de rosado, vienen con una amiga, y con ese momento que supera el te tengo que contar chismoso porque eso ya vino en un mensaje de voz de 10 minutos o en una guerra de stickers de cómo nos sentimos.

Son noches que no llueve, la brisa se siente cual marina y la charla fluye. La música pareciera como si supiera el sentimiento y las canciones son adhoc a la historia con risas, pero también con lágrimas.

Desde hace ya algunos años, mis amigas me dicen “te caigo con un rosado” y sé que la noche será de esas de amigas, de hermanas de otras vidas, que nos recuerdan que no estamos solas en lo que sea que estemos pasando.