Tengo el presentimiento que antes del amanecer se cambia de lugar o que juega a las escondidas. Que no quiere ser visto y menos arrancado.
Cuando lo encuentro quiero ponerle una seña, recordar el lugar, pero prefiero la sorpresa, la emoción que de pronto me envuelvo en un olor que me traslada a viajes, a personas y creo que, en unos años, me llevará aquí, a esta pandemia, a las caminatas nocturnas, que terminan con un té y la luz de la pantalla del celular.
Camino unos cuantos metros y el olor se desvanece, volteo y ya no está, regreso y no es lo mismo, la emoción se evaporó.
Sigo caminando, tratando de recordar dónde me paré y sonreí por tener otro lugar, otro secreto.
A la noche siguiente me dispongo a buscarlo otra vez, pero creo que lo mejor es toparnos por unos segundos, parar el paso, dejar de pensar, solo oler y sonreír.